Rock de pasillo, Sebastián Pandolfelli
En cualquier momento
vienen a bardiar esos puto, vas a ver... ¿Te acordá cuando íbamo a patiá ró a Cheers, ahí enfrente de la estación? ¿Y
de El Almacén y la otra rockería?
¿Cómo era esa? ¡Elvis se llamaba! Esa
estaba buena... Que manera de patiá con las tejana y lo jean blanco ajustado ¿No?”.
El Japo sacó un paquete arrugado de Camel, prendió uno y se quedó mirando un
punto perdido en el horizonte, como buscando algún recuerdo. “Le sacabamo
viruta al piso, le sacabamo... ¡Cuchá, cuchá este tema Japoné...! Jhonny
Rivers, Menfis, faaa, se me mueven sola las pata, loco... Este compilado lo
compré en la feria el otro día, tá bastante bien, tiene Creedence, Dire
Straits, Bonnie Tyler... ¡Pasame un trago que no es micrófono!” dijo Chelo y
manoteó la cerveza. “Ponete algo de Omar Shané, o Los Dinos, bó...” dijo El
Japo dándole otra pitada al pucho. “No seas hincha pelota Japoné... ¡Acá el
disc jockey soy yo!” gritó Chelo y se acomodó la 22 en la cintura. “¡No te
calenté Chubby Checker que no pasa nada! No te hagá el pistolero, boludo” le
contestó Japo. “¡Coriiinaaaa!” gritó Chelo y escondió el arma entre unos
escombros, ahí donde estaban sentados. “Ya van a venir...” suspiró. Al segundo,
de la casilla salió una nena: “¿Que pasa?”. “Andá a la heladera y traé otra
cerveza...” ordenó Chelo. Corina obedeció al instante, entregó la botella y se
metió adentro a seguir viendo dibujitos. “No me pagaron... Pero me traje un
cajón” comentó Chelo mientras intentaba destaparla con los dientes. El Japo se
la arrebató, la destapó con el encendedor y le pegó un trago. “Yo te hago el
aguante compadre, pero... ¿Y cómo fue que empezó el bondi?” preguntó. “Cuchá,
Japoné... ¡Aiii guona nooou ifiú ever siii de reeein...! ¡Que temazo, Por Dió!
¿Cómo no les gusta Creedence? ¡Pendejos de mierda! Ya van a venir... Vas a
ver...”. Chelo tomó un trago, puso de nuevo la 22 en su cintura y empezó a
contar: “Era el quince de la
Melany, la más chica de los Zapata, y le hicieron la fiesta
ahí en la canchita del Clú, un asado, así algo simple, cuatro, cinco globo, un
par de guirnalda y quince cajone de birra, uno por cada año se pagó Zapata,
jaja... La cosa que parece que habían contratado un boludo que pone música,
pero a último momento le dijo que no venía, entonce vino la madre desesperada a
pedirme que pase música yo... Cien peso le dije y la verdá que a la Yolanda, con esas teta que
tiene se lo hago grati...”. “¡Ja, yo le hago un par de pibes más...!” agregó El
Japo. “Bueno, pará...” dijo Chelo. “Ya van a venir eso puto...”. Tomó otro
trago y siguió el relato: “Entonce agarré el equipo, la compactera y los bafles
y fui... Estaba lindo... Al principio puse unas cumbia santafesina, y despué
largué con todo el ró y me puse a bailar con la cuñada de Zapata, un camión la
mina esa... Estaba un amigo de Poca Vida, uno alto todo tatuado ¡Que no sabé
cómo la descose el chabón! Pini, le dicen... Se patea todo... Hasta ahí veníamo
fenómeno con la pista, meta ró y ró, Bill Haley, Jerry Lee Lewis, Nancy
Sinatra, toda la música que pasa el gordo Locazale en el programa que tiene en
FM Espacio...”. “Botas Locas” agregó El Japo y encendió otro cigarrillo. “Sí...
¡Que buena audición esa! Estabamo como queríamo, puro ró y birra, pero en eso,
medio que se enculó la pibita, la
Melany porque estaban los compañero del colegio y quería
cambiar la música... ¡Pero yo paso esto! ¿Me entendé Japoné? Y ahí me cae un
gil con un par de compac y me dice que deje, que pasa él... ¡Ni en pedo
hermano! le digo... ¡Poné los Wachiturro! me grita la pendeja, entonce vino la Yolanda y medio que lo
tuve que dejar al pibito que ponga esa mierda... ¡No sabé lo que es eso!
Empezaron a moverse como si tuvieran epilesia, te juro por Dió, Japoné...
Chingui-Chingi, Chingui-Chingui, con eso todo el rato y yo ya estaba medio en
pedo y seguí tomando, una birra, dos birra... Habiá un gil, petiso, orejón, con
el pelito rapado y un mechoncito teñido, medio puto parecía... Pero resulta que
era el noviecito de la
Melany... Estaban todos vestido iguale, pero a ese que me
miraba medio torcido le agarré bronca. Se hacía el lindo el muy pelotudo. Y yo
me tomé un par de birras más y estaba para entrarle a la Yolanda con eses teta que
tiene, pero estaba Zapata en perro guardián... Y los borrego saltando con esa
mierda. Hasta que me cansé y apagué el equipo y se me vinieron al humo como
veinte guacho... Prendí de nuevo y puse Noa Noa de Juan Gabriel y me sale de la
nada el petisito orejudo y me grita ¡¡¡Poné los Wachiturro!!! ¡Viejo choto!
¿Qué Wachiturro? ¡La reconcha de tu madre! le grité yo y le revolee la botella
y entré a repartir mano para todo los wines. Enseguida se metió Zapata y quedó
todo ahí... ¿Vo sabé que no me metieron ni una los pibito? Al petisito orejudo
le saltó chocolate de la napia”. “¡Ta bién Compadre! ¡Por atrevido!” dijo El Japo,
frotándose las manos. “Sí, pero parece que el guachito ése es el hijo del
Concejal Avilés...” comentó Chelo con resignación. Reacomodó la 22 en su
cintura y suspiró. “Ya van a venir... Vas a ver Japoné...”. Entró a buscar otra
cerveza y subió el volumen del equipo. Sonaban bien fuerte los Dire Straits con
Sultanes del Ritmo.
Texto: Sebastián Pandolfelli. Lanús, 1977. Es músico y
escritor porque cuando se dio cuenta ya era tarde. Toca en Los Barriletes
Cósmicos y en Dos Cachivaches. Produjo y condujo algunos programas de radio sin
trascendencia. No sabe manejar ni jugar al fútbol. Publicó "Rocanrol"
(2008 Ed. Funesiana). Tiene inéditos “Choripán Social” que circula en
fotocopias y “Diamante”. Es discípulo de Alberto Laiseca. Trabaja en una ONG de
Defensa del Consumidor.
Foto: María Paz Germán
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