Aquellos que conocen a Eternautas saben como apreciamos la fotografía urbana. Ese punto de vista congelado siempre nos pareció uno de los documentos más ricos para trabajar. El pasado de Buenos Aires presentado. Miedo y tentación. Ante la ciudad así captada necesitábamos valientes, no historiadores. Primero convocamos fotógrafos que nos llenaron de imágenes, éstas luego fueron enviadas a escritores que volvieron a disparar sobre la ciudad con sus palabras. Aquí los resultados.
Buscar este blog
jueves, 1 de diciembre de 2011
La turba, Sebastián Russo
La turba. Peligro inminente. Fuerza animosa que irrumpe y desarma certidumbres. Lo indómito, lo incontrolable: reprimible. Esto va a terminar mal. La represión, interna, externa. La buena costumbre. El margen a mantener a raya.
La modorra lo abandona. Se peina, mira a su hermano, agarra su mochila, se rasca la cabeza, abre la puerta y sale. El pasillo largo, zigzagueante. Olores que se mezclan. Patear piedritas. Las voces de la mañana. Las madres y sus gritos. Los padres, de bostezos alardeados. Parada de colectivo abarratoda. La busca con la mirada. Ella, indiferente, hermosa. Colarse, sentarse en una ventana. El fresquito de la mañana, despabila y esperanza. Caras de sueño, de matutinos cansancios.
La escuela, su entrada. Miradas que se entrecruzan. Miden fuerzas. Ella no está. El gordo y su jugo de naranja. Una maestra que grita. Que todos adentro. Que cada uno a su curso. Un bocinazo que termina de despabilar. Ella no viene. Sentarse, y mirar distraído su banco vacío. Recibir un golpe en la cabeza. Los hermanos Goméz. Se cierra la puerta. Matemáticas.
La ciudad y sus desperdicios. Sus restos inasimilables, sus afueras adentro. Sus deshechos fundantes. Turba indiscriminada, insoportable, útil, necesaria. Expiación.
La vieja, y empanadas fritas a la mañana. La radio alta, las músicas que se mezclan. Un hermano que camina por arriba del otro. Le pisa la cara. Riña matinal. Salir a la canchita. Manos en los bolsillos, gesto ansioso. ¿Querés jugar? Tirá para allá. Somos vos, yo, el rubio, el de verde, y Gómez. El derecho de piso, nadie te la pasa. Y de repente, ella, hermosa, indiferente. ¡Agarrala gil!. La pelota pasa de largo. Lateral.
La turba. Lo desconocido. Masa informe. Ignorada, ignorante. Lo otro. Lo descartable, lo eliminable, fundando mi identidad, mi tranquilidad.
Lo mira. Sonríe con timidez. Chupa su chupetín. Sensual. Lo vuelve a mirar. Gol. Uno de los Gómez. La metió con la mano. Todos se agarran a trompadas. Ella, al borde de la cancha, lo mira. Como yéndose, lo invita con la mirada a irse con ella. Tardecita en la villa. Las primeras lamparitas que se encienden, construyen las sombras donde la besará por primera vez. A Gómez lo llevaron a la salita de emergencia. Le dieron una viaba entre tres. Él se la buscó, dice uno, rascándose su prominente panza, mientras junta las bolsas del supermercadito, y se va para dentro.
Sebastián Russo
Foto: Pablo Vitale
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario