¿Qué
relaciona estas dos fotos? Un nombre propio y una idea que se desliza (patina) a lo largo de una serie de
visibilidades sin sujeto (no sé quién tomó las fotografías ni para qué lo
hizo). Lo visible, en todo caso, está ya allí como una propiedad de las cosas y
los cuerpos, reverbera en una especie de salmodia (no, salmodia no: rapsodia) que nos interpela.
El
nombre propio es San Martín, que designa tanto a la plaza donde un cuerpo se ha
abandonado a la caricia de la luz y al interior de un teatro construido con
formato de banco, atravesado por las mismas luminancias: cierta modernidad
burbujea en esas dos vistas aparentemente tan distintas (sin cuerpos visibles o
con un cuerpo aposentado) pero que participan de la misma vibración o, tal vez,
de una experiencia de presente en la que no hay tanto una afirmación de la
materia sino una captura de un corte móvil temporal (tanto en el gesto
displicente del que, porque sabe que lo tiene todo, puede abandonarse a la
nadería, como en el rigor formal de una escenografía que señala la ausencia que
la constituye, subrayando el personaje conceptual que no aparece: el dinero).
Ese
tiempo vacío (el tiempo que se pierde, el tiempo perdido) nos devuelve a una
dimensión de lo viviente donde los edificios y los cuerpos no se explican por
lo que contienen (no hay exteriorización del ser interior) sino por el modo en
que han durado y por cómo nos arrastran en su duración.
Daniel Link
Fotos: Gabriela Baldomir / Ricardo Watson
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