El castellano lo dice mejor que otros idiomas: “nos”, dice, y al mismo
tiempo, dice “otros”. Es una palabra maravillosa y ambigua.
Durante años, desde la adolescencia, yo fui “otra”, fui la rara, la que
no tenía un espacio en ninguno de los muchos círculos de los recreos. La que vivía
en la frontera incómoda del Afuera, la ñata contra el vidrio, como dice el
tango. Sé que todavía hoy, en la ciudad, también soy del Afuera. Pero es por
elección, por origen. Soy del Sur (el más afuera de los afueras de Buenos Aires,
ese lugar tan cercano al que los porteños creen en otro mundo porque queda del
otro lado del Riachuelo). Eso me gusta, aclaro: me gusta volver a través del
olor, las vías, el tiempo y los puentes (Alsina, Pueyrredón viejo y nuevo, La
Noria, según el día, según el tránsito).
La foto, esta foto, es del centro centro. Así le decimos, para diferenciarlo
de la ciudad entera (porque para nosotros, los del Afuera, Flores, Caballito,
Belgrano también son “el centro”). Yo saqué esto antes de llegar a la marcha
del 24 de marzo. No sé si me di cuenta cuando lo hice pero la foto muestra con
claridad los muchos Afueras y Adentros en el centro centro: los que están en la
fuente, la mujer y el nene, que posan para otro (no los conozco), los que están
sentados de espalda, todos los que están cerca del objetivo son una Buenos
Aires. La marcha, atrás, hacia el Este, hacia el río grande, es otra. Y es mi
nos-otros desparejo porque yo estoy llegando.
Por eso, elijo llamar “Adentro” a las banderas del fondo y no a la
fuente. Sé que podría ser al revés pero si llamo Adentro a las banderas, la
foto se me hace tibia cuando la miro porque yo ya casi estaba ahí. Casi había
entrado. Y lo cierto es que, tal vez porque durante años creí que nunca iba a
pasarme, cuando yo estoy “adentro” lo marco en el almanaque. Sí, todavía miro
con asombro, con Alegría, el Adentro, cualquiera de los Adentros que me
recibieron. (Los Adentros que quise, claro. En algunos, no me interesa
meterme).
El Adentro de la foto es el de las marchas: el de la ciudad recuperada
de los autos para el ruido antiguo de los pasos humanos; el de los edificios de
siempre, vistos por primera vez desde el territorio prohibido del pavimento; el
de las canciones, escuchadas primero, repetidas después entre dientes, sin
gritar, como hacemos los tímidos; el del remolino de voces de nos-otros, esas
voces desconocidas y familiares al mismo tiempo; el de la sensación del espacio
nuevo, más allá de las veredas, bajo los pies descuidados.
Por eso, saqué la foto. Para acordarme de ese día.
Todavía no había llegado y ahí estaba el Adentro, adelante, fijo en un
futuro cercano y confiable. Esa, bajo las banderas, era yo en un instante,
menos, cuando yo quisiera, yo, del otro lado de una avenida sin autos, sin
semáforos. Abierta.
Texto y foto: Márgara Averbach
Es doctora en Letras y traductora literaria de inglés. Crítica literaria en Ñ. Algunos de sus libros para chicos y jóvenes: Historia de los cuatro rumbos, La luna en el armario, La charla, Las carpetas, Tucán aprende una palabra; para adultos: Cuarto menguante, Una cuadra, Premio de la Biblioteca Nacional 2008; y tres libros académicos. Primer Premio de Cuentos para Niños de las Madres de Plaza de Mayo, 1992; Primer Premio Cuentos sobre Identidad, Abuelas, 2001. El año de la Vaca fue Destacado de ALIJA en 2004; la traducción de Había una vez una vieja que tragó una vaca recibió el Premio ALIJA en 2011. Recibió también el Premio Conosur de Traducción de Union Latina (2007).
Es doctora en Letras y traductora literaria de inglés. Crítica literaria en Ñ. Algunos de sus libros para chicos y jóvenes: Historia de los cuatro rumbos, La luna en el armario, La charla, Las carpetas, Tucán aprende una palabra; para adultos: Cuarto menguante, Una cuadra, Premio de la Biblioteca Nacional 2008; y tres libros académicos. Primer Premio de Cuentos para Niños de las Madres de Plaza de Mayo, 1992; Primer Premio Cuentos sobre Identidad, Abuelas, 2001. El año de la Vaca fue Destacado de ALIJA en 2004; la traducción de Había una vez una vieja que tragó una vaca recibió el Premio ALIJA en 2011. Recibió también el Premio Conosur de Traducción de Union Latina (2007).
una joya que da en el centro centro, más justo imposible,
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