De los restos
arqueológicos en Latitud 34° 28' S - Longitud 58° 28' O sobresalen dos construcciones
especiales. El conglomerado o “ciudad”, como solía llamarse en tiempos de sus
habitantes originarios (que pueden haber sido los “che” o los “patagones”)
estaba toscamente diseñado como masas compactas de escombro y se supone que los
che arrastraban con gran esfuerzo este pedregullo sobre sus espaldas para
construir sus sitios de hibernación. Luego habitaban estos insólitos espacios
de manera individual o grupal, pero no social, y crecían tanto como les
permitía el polvo que de su propia cobertura escombrosa resultaba; consta que llenaban
además el mismo espacio en el que anidaban de sus insólitas pertenencias, como
cosas o sartenes. Se trata de asentamientos previos a la aparición de la
virtualidad y aún anclados en el ejercicio de la escritura y la acumulación. De
la acumulación brindan testimonio las prietas masas de escombro y nylon de
helecho fosilizado; de la escritura se conservan raros ejemplares selectos, como
el Libro Total de Bucay y el Reglamento Único de FIFA, ambos en proceso de
interpretación.
Es evidente
que los che planearon su fuga en estas dos oblongas construcciones, destinadas
a despegarse de la tierra reseca merced a toscas explosiones de hidrocarburos.
Pero otros planes los entretuvieron antes de poder llevar a cabo la tarea de evacuación.
La
civilización no despegó jamás. Los motivos que los entretuvieron son, no
obstante, objeto de estudio exhaustivo y de sorpresa.
Para
información adicional, ver también: “Comedores de cadáveres bovinos”, “Claudia
Lapacó” y “El sitial del Banchero”.
Rafael Spregelburd
Foto: Ricardo Watson
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