Conocí a un viejo en el bar Británico. Era hincha de
Racing y estaba enojado con la juventud. Para el viejo del bar Británico, la
juventud era una mujer que se había ido con otro, con otros, con los jóvenes.
Muchas veces pienso en el viejo del bar Británico, porque lo conocí en los
ochenta y él ya tenía más de ochenta.
Quería ver a Racing campeón. Racing hacía veinte años que no salía campeón
y él quería verlo campeón antes de morir. Su pelo era blanco, los ojos
celestes. Él sabía que yo era hincha de River, pero siempre me hablaba de
fútbol, de Racing. De Racing campeón, de Racing en la B, de Racing en crisis.Le
faltaba un diente, un incisivo. Era flaco y nervioso. Era hincha de Racing. Yo
pensé en él cuando Racing salió campeón en el año 2001. Un año ideal para que
un club como Racing saliera campeón. Creo que sólo un rey de las mil y una
crisis podía salir campeón de algo ese año. El viejo del bar Británico era
querido por todos. Él no quería a nadie. Odiaba a la juventud porque lo había
abandonado. Sospecho que nunca vio a su Racing campeón otra vez, salvo que
hubiera llegado vivo a los cien años. A lo mejor vive todavía. Estamos en el
2011. Tal vez el viejo vive, no lo sé, yo me fui del barrio. Racing hace diez
años que no sale campeón. Y yo hace mil años que no voy al bar Británico. Era
un viejo alegre y lleno de vida, lleno de odio. Su odio no era venenoso. Me
odiaba porque era joven, aunque un día me guiñó un ojo, me palmeó y me dijo:
–Pibe, un día vos también vas a sufrir. Por eso te
quiero.
Justo hoy, que tengo frío y no hace frío. Que River
está en la B y Ella no está en ninguna parte; justo hoy me acuerdo del viejo
del bar Británico.
Franco Vaccarini
Foto: Ricardo Watson
Belleza.
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