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viernes, 2 de diciembre de 2011

El Puente, Gustavo Nielsen


- Los sicópatas como usted no tienen empatías -dice la doctora, para disociarme de un plumazo del resto de los internados. Y agrega: -La empatía está regulada por los grupos y sus conflictos.
- ¿Puede enseñarme a tener empatías?
No me contesta. No quiere, o no sabe. Después de un silencio, dice:
- Los seres humanos formamos grupos. Los humanos sanos –remarca la palabra-.  En esos grupos podemos sobrevivir o triunfar. O, simplemente, existir, que es lo que hacemos casi todas las personas: ver pasar la vida desde un puente.
Se disculpa un momento para atender su celular. Sale al pasillo. Los otros internados me miran con asombro. Nadie antes se había animado a hablarle a la doctora. Abro la ventana y salto por el hueco. Corro cuadras y cuadras, mirando hacia atrás.
Ahora, en un descanso, no sé qué tanto sucede con estos coches que van por debajo de mis pies. Son una manada veloz de hierro y carne. Estoy detenido en mitad del recorrido que une el Bellas Artes con el Centro de Exposiciones donde se hacía la Feria del Libro cuando yo era chico. Conozco el lugar. Los libros también son entidades que van en grupo. Al menos lo fueron dentro de esos galpones, en mi época de felicidad.
El puente se llama César y se apellida Janello. Como si fuera una persona, alguien importante, de esos humanos que triunfaron en su grupo. Me apoyo en la corta baranda para asomarme. No me parece que yo sea el sicópata que dijo la doctora. Los coches tampoco tienen conexiones entre sí. No hay empatías de unos con otros. Están solos, aunque aparenten ir en yunta.
Viajando sobre el espejo mojado de la noche.

Gustavo Nielsen
Foto: Ayelén Amorín 


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