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martes, 20 de diciembre de 2011

Reincidencia, Lola Copacabana


El hambre y las ganas de coger-- ¿ya hablamos de eso? Porque son las 12:52 y estoy tirada en la cama y no puedo pensar en otra cosa. Digo, voy a la cocina y agarro un cacho de queso, agarro una mandarina y en el fondo no es que importe lo que agarre, no importa si comí todo o no comí nada en todo el día. Podría ser toda la comida del mundo que volvería igual llena de hambre, a quedarme boca abajo y pensar que en realidad estaría en el río, siempre en el río que es desde el Tigre hasta la Costanera Sur, cachito más, y yo monito a upa, de frente, encima de ese chico.

Al río a los dieciséis y el telomóvil. Anchorena, las barrancas de Alvear antes de que nos las pusieran tan caretas. Que llevábamos los autos con las heladeritas y el alcohol, mi época de tetra y las fogatas. Siempre había un chico y si no había un chico eran todos los chicos y bailábamos alrededor del fuego, histeria lesbi, calentándolos a todos y que se curtan por ser tan inadecuados, ser tan no-los-chicos que queríamos que estuvieran, con telomóvil y unas pepas y ver el amanecer con las marcas en los dos cachetes, que mis cachetes no están tan acostumbrados a reírse tanto todo el tiempo.El río a los diecisiete ahí cerca de Pachá después de las fiestas de egresados, antes de volver al cole para meter borrachas unas pasas de uva en un tubo de ensayo, tomar notas en inglés y que mandaran nuestros exámenes al exterior para que los corrijieran y nos dijeran ah, pero qué encanto. Carlos tocándonos la puerta del auto los días jueves con los dos vasos de café con leche listos, ir al baño de su kiosko y ponernos el uniforme, fumar alguna cosa, desodorante en spray y disimular apenas, lo justo y necesario, las marcas del rimmel corrido.

Río a los dieciocho, en el auto abrir los ojos en medio del garching y dos policías duros, uno en cada ventana, enojados porque se acaba el espectáculo. Cortar la paralela al río porque pintó coger ahí. Cortar España a la altura del semáforo de Liber, y estar en el asiento de conducir y la pierna trabada en la bocina, sonando, hasta que el fusible se me queme.

Río de la Costanera Sur, huir de la universidad para flashar Reserva a la mañana. La Costanera Sur antes de que la caretearan, sola, con la Reserva que era el telo de los pibes de sin-cerveza-no-hay-amor San Telmo, también algunos de Barracas. Tirar piedras. Especular la entrada de la Creamfields -que será eso- que no podíamos pagar. Los carritos de bondiola eran ambulantes de verdad: había arreglo pero de golpe zas, y había que levantar todas las cosas.

Ocho años más tarde, por el Tren de la Costa y por el costado zombie de Puerto Madero, el río que es correr, que es la forma legitimada, para mis casi treinta, de volver a huir. Tres veces por semana, o un día sí y un día no. O en invierno: cuando no está lloviendo. Cuando la gente que no es yo empieza ir a trabajar y alguna de la gente que antes era yo camina ahí, más silenciosa, más muerta viva que a ninguna hora, escuchando a los pajaritos y entristeciéndose apenas, preparándose para esconderse, para guardarse y otro round. Hace un frío de cagarse y mucho viento a las siete de la mañana en Puerto Madero. Vas a mear a Starbucks, que pega con el ipod. En el lado zombie le pedís al viejo que le cuida el carro Ernesto y es mentira, si no consumís igual te lo abre. Pero los baños químicos, ah. Del lado zombie, encima, si estás corriendo capaz de golpe que te gritan ʻbombonazoʼ. Y bombonazo es gorda-- we agreed.

Gorda gorda barril sin fondo que me morfaría hasta no sé: una pata de pollo, o el chocolate Milka de mi hija ahí guardado. El hambre de los vegetarianos es distinto, pero el hambre de los que no cogen es mucho peor.

Me mudé como catorce veces, en algún momento pegué suerte, o corredor del bajo-bajo, y empecé a ver pedacitos de río. Pedacitos del Puerto de Olivos, los mástiles de los barquitos o las jirafas-dinosaurio esas gloriosas que son las grúas del Puerto de Buenos Aires, más cuando se va asomando el sol. Esas desde Plaza San Martín, que queda en Retiro pero no es Retiro. Antes de que viniera la camioneta para el cole, amanecer con la Fragata Libertad entre el sol y nos. Encerradas, por supuesto, pero mamita: qué buena vista. Desayuno de campeonas que dependiendo del humor es Yogurísimo, banana y Zucaritas, o café más cigarrillos-- dependiendo del humor, del sexo, de la época del año.

A todos mis chicos, perdón chicos, los he llevado al río. El río y los chicos es saber un poco con qué es que estás lidiando. Hay chicos mejores que otros chicos. Hay chicos a los que les pican los mosquitos y chicos que te bailan lento lento suavecito la música ochentosa que nos sale fuerte, de golpe, desde los parlantes de un carrito. Pibes que te buscan servilletas porque tuviste que hacer pis por vez decimoquinta y todavía no llegó la época gloriosa los baños químicos. Pibes que te quieren ya, y es irse a un telo. Pibes que  te elogian las tetas, que se dan cuenta de ese fuego artificial condensado que es la luna cuando va asomándose en verano. Pibes que no saben chupar, pibes que no saben charlar, pibes a los que les molesta que nos miren. Pibes que me dan un hambre bárbara, me dejan poner fea, pibes que me elogian camisón y que me traen algo rico, aunque en realidad no quiera nada, por las dudas, mucho más tarde, después, cuando llegamos a la cama.



Texto y foto: Lola Copacabana (just Lola)



5 comentarios:

  1. Muy buena crónica de sexo, gustos, río, zombies y otras tantas cosas.

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  2. A pesar de que mi PC tiene una minúscula letrita, leo tus textos y veo en este instante tu intervención en TN en ARGENTINA PARA ARMAR. De allí tomé tu nombre y acá estoy. Me encantó el panel completo, da para más que ese breve espacio de tiempo. Jorge Fernández Díaz dice que 'el leer no garantiza una sociedad mejor', desde luego que si las escuelas no les hicieran comprar libros a los chicos del que en un año leen 5 páginas y solo les sirven para darles escoleosis con sus abultadas mochilas, la cosa sería diferente. Y si, 'es una oportunidad para estar con nosotros mismos', pero si leyeran más, al menos tendríamos una sociedad más culta. Coincido con tus dichos: Existen 3 estilos para diferenciar: 'La lectura por necesidad, por placer o por obligación y que hay una lectura más estética vinculada al goce literario'.
    Me encantaría poder tener la desgrabación completa de TODO lo que allí se habló. Sería para sumarla a uno de mis blogs, que de hecho, te invito a compartir: Mi correo es

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  3. ¡¡¡¡Que buena!!!! tonos femeninos, sinpudor, desacato, con aliento a noche, a mañana, a viento, a ciudad,a amor, a una misma...

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  4. Linda Lolita, como en los viejos tiempos, La ribera siempre fue tuya.

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