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jueves, 1 de diciembre de 2011

casa, Juan Marcos Almada



Hay ausencias a las que es imposible acostumbrarse porque dejan una soledad palpable, granulada, un vacío barroso en el que uno se hunde y del que es imposible salir.
El frente de la casa, es, para mí, una lápida.
Ahora que no está, todo se resignifica. O cabría decir que ahora que no está todo cobra por fin su verdadero significado. Pero también puede ser que no, que ahora que no está, se haya perdido el significado, y que la casa, las paredes percudidas por la intemperie y el jardín descuidado, todo, signifiquen ahora, otra cosa, distinta, muy distinta a lo que significaba cuando él estaba en vida y podía, por sí solo, explicar el significado de las cosas, aunque se equivocara, aunque esa explicación no le importara a nadie, incluyéndome.
Yo me siento acá, enfrente, y miro, y oigo. Ruido a cubiertos, la radio encendida, una voz que rebota y se apaga entre las paredes. Gente nunca vi. Probé en diferentes horarios, pero nada, como si no viviera nadie. Los ruidos nomás y el perro, el Colita, (no sé cómo lo llamarán ahora). Se aquerenció a la casa, cosa que nosotros no pudimos. Yo creo que todavía lo espera, el pobre.
La chapa catastral 1606, número tantas veces jugado inútilmente, con fe ciega, a la cabeza y a los premios, en la Nacional y en la Provincia tiene, todavía, esa pendiente hacia la derecha (si se la mira de frente, enfrente). Mi padre estaba obsesionado con ése número. Nunca dijo por qué. Una efeméride íntima, como todo, y más que íntima, interna, suya, que no quería compartir.
La foto la saqué yo mismo, para tener la imagen conmigo, porque no puedo venir todo el tiempo. Si se mira bien, se me ve reflejado en el vidrio de la ventana. No es fácil encontrarme porque las cortinas opacan el reflejo. ¡Las mismas cortinas de siempre! Esta gente no fue capaz de cambiarlas. Para ahorrar, seguro. Si viven en una casa como esa mucha plata no han de tener. Por eso: en el jardín están las mismas plantas que puso mi padre. ¡Las mismas! Un helecho pelado, las coronas de Cristo que nunca dio flores, y las margaritas salvajes, que son plaga.
Los otros días me pareció que me espiaban: un leve pliegue de la cortina, y unos dedos. Pero no puedo asegurarlo, a veces de tanto mirar las cosas se deforman.


Juan Marcos Almada
Foto: Albano García

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