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sábado, 3 de diciembre de 2011

Plan de evacuación, Rafael Spregelburd


De los restos arqueológicos en Latitud 34° 28' S - Longitud 58° 28' O sobresalen dos construcciones especiales. El conglomerado o “ciudad”, como solía llamarse en tiempos de sus habitantes originarios (que pueden haber sido los “che” o los “patagones”) estaba toscamente diseñado como masas compactas de escombro y se supone que los che arrastraban con gran esfuerzo este pedregullo sobre sus espaldas para construir sus sitios de hibernación. Luego habitaban estos insólitos espacios de manera individual o grupal, pero no social, y crecían tanto como les permitía el polvo que de su propia cobertura escombrosa resultaba; consta que llenaban además el mismo espacio en el que anidaban de sus insólitas pertenencias, como cosas o sartenes. Se trata de asentamientos previos a la aparición de la virtualidad y aún anclados en el ejercicio de la escritura y la acumulación. De la acumulación brindan testimonio las prietas masas de escombro y nylon de helecho fosilizado; de la escritura se conservan raros ejemplares selectos, como el Libro Total de Bucay y el Reglamento Único de FIFA, ambos en proceso de interpretación.
Es evidente que los che planearon su fuga en estas dos oblongas construcciones, destinadas a despegarse de la tierra reseca merced a toscas explosiones de hidrocarburos. Pero otros planes los entretuvieron antes de poder llevar a cabo la tarea de evacuación.
La civilización no despegó jamás. Los motivos que los entretuvieron son, no obstante, objeto de estudio exhaustivo y de sorpresa.

Para información adicional, ver también: “Comedores de cadáveres bovinos”, “Claudia Lapacó” y “El sitial del Banchero”.

Rafael Spregelburd
Foto: Ricardo Watson


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